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Mi irrupción hacía la semiótica, que marcó mi existencia, fue hace más de 30 años tras descubrir y leer un extraño libro titulado La estructura ausente: introduccíon a la semiótica transformándome (en el sentido posmoderno de transformer) en un fanático de la ciencia de la semiosis enfrentado, siempre, a un eje semántico donde Umberto Eco, oscilante, confronta, en una feroz praxis interpretativa, al mismísimo Charles S. Peirce, extrapolándolo (además de enriquecer la definición de 'función semiótica' propuesta por Louis Hjelmslev). A Umberto Eco lo conocí en una semiósfera muy singular: una tarde, mi hijo Juan Pablo, un teenager de 13 años (autor de la fotografía superior) y quien esto suscribe arribamos, el 18 de abril de 1993, a su departamento de Cabot House Residence ubicado en el corazón de la Universidad de Harvard (Cambridge Mass.) para invitarlo téte-a-téte, en carácter de Conferencista Magistral, al 1er. Congreso Mundial de Semiótica y Comunicación organizado por el ISECOM (Instituto de Semiótica y Cultura de Masas & Mass Communications), evento que logró una gran repercusión (www.institutodesemiótica.com; ‘cobertura mediática’) gracias a los valiosos consejos y asesoría del Prof. Thomas A. Sebeok, Presidente Honorífico del Congreso, y de Jean Umiker-Sebeok, ambos concentrados en el RCLSS (Indiana University) y en la redacción de la revista “Semiótica”, organo oficial de la IASS –International Association for Semiotic Studies-desde 1969 hasta la fecha (ante el deceso del insigne Profesor en diciembre de 2002, Jean fue responsabilizada de proseguir con la delicada misión en carácter de Editor-in-Chief) Prosiguiendo con la narración, el Profesor Eco, quien impartía un seminario titulado “Six Walks in the Fictional Woods” (Cambridge: Harvard U.P., 1974) abrió la puerta de su departamento y, tras un breve intercambio de presentaciones nos invitó a pasar a una pequeña estancia donde destacaba una excelente reproducción de “Irises” de Van Gogh que sirvió de escenario. En una actitud cordial, afable y sumamente paciente atendió la invitación al Congreso disculpándose de no poder asistir por tener que cubrir un compromiso en China –partiendo de la Muralla China- relacionado con la ‘deconstrucción’ y lectura semiótica de la ruta de Marco Polo. No obstante, redactó de puño y letra un mensaje dirigido a los participantes a quienes definió como l’créme de la créme de la semiótica y de la sociología de la comunicación de masas tras revisar, circunspecto, las imágenes de “El Semiófago / Poesía Semiótica” del autor de estas notas, libro dedicado a Octavio Paz y presentado en la Galería Arvil de la Cd. de México en 1978. Acto seguido el inefable teórico alessandrino (su pueblo natal, en Piamonte, al norte de Italia cuyos signos medievalistas están latentes en sus cuatro obras de ficción, con especial énfasis en La isla del día de antes, y Baudolino) le dio lectura, en un ejercicio de visual thinking, a un ejemplar de la revista del ISECOM “Semiótica y Cultura de Masas” donde está incluido un texto de La estructura ausente del propio Eco quien condujo la plática en español (entre la multiplicidad de idiomas que domina se encuentra el de Cervantes) además de estampar una cordial dedicatoria en la primera página de su libro Semiótica y filosofía del lenguaje y así, tras una charla larga y amena nos despedimos del genial teórico dejando, en mi hijo y en mí, una impresión inolvidable. Posteriormente me reencontré en la Universidad de California (Berkeley) con el autor de lo que representa una contemporánea ‘Summa de Semiótica Filosófica’ al estilo de Santo Tomas de Aquino conformada por nueve obras fundamentales: La estructura ausente; Le forme del contenuto; Signo; Tratado de semiótica general; Lector in fábula; Semiótica y filosofía del lenguaje; Los límites de la interpretación; Interpretación y sobreinterpretación, y Kant y el ornitorrinco, por solo citar las estrictamente semióticas. Momentos antes de la clausura del Fifth Congress of IASS que se efectuó en un inmenso salón integrado a las instalaciones donde se desarrolló el evento, Umberto Eco salió a fumar un par de Camels en el jardín adyacente, ocasión que aproveché para salir a su encuentro y entablar una plática improvisada mientras caminábamos por pequeños laberintos, que el profesor fue centrando en torno a la cercana publicación en italiano de su segunda novela L’isola del giorno prima (Milano: Bompiani, 1994) que lo obligó, me contó, a pasar una larga y placentera estadía por las playas de las Islas Fidji, cerca de las islas Salomón donde se desarrolla la trama, lo que incluyó riesgosas exploraciones bajo las aguas para dotar de realismo a la historia del joven piamontés Roberto de la Grive cuya existencia se asemeja a la de un signo. La charla fue interrumpida al acercarse la hora de la exposición del profesor de semiótica del Dipartimento di Discipline della Comunicazione de la Universidad de Bologna y fundador-Presidente de la Scuola Superiore di Studi Umanistici intentando continuarla durante un desayuno pactado en el palaciego Claremont Hotel de Berkeley donde se hospedaba, evento fallido por motivos imprevistos de última hora. La respuesta a un fax desde su estudio-biblioteca
de Piazza Castello
13 de Milano se suma a las interacciones mantenidas con Umberto
Eco, en esta ocasión para invitarlo al 2º. Congreso Mundial previsto
a realizarse en abril de 1995 bajo el tema “Semiotics,
Information Systems and Social Intelligence” (el propio
Prof. Thomas Sebeok, gentilmente, le entregó
una carta de invitación a dicho evento durante un encuentro que sostuvieron
en Bologna en mayo de 1994), proyecto que tuvo que interrumpirse
por cuestiones del azar que ningún ‘coup-de-dés’ logra abolir,
como lo reveló Mallarmé. Abogando al mismo
azar, en abril de 1994 asaltamos, en pleno, acompañado esta vez de mi
esposa y mis hijos adolescentes (Juan Pablo, Gloria Alejandra y Carlitos)
el edifico de Piazza Castello
13 de Milán ubicado frente a un castillo renacentista de los Sforza, pero solo el halo de viejos fantasmas salieron a nuestro
encuentro. El tercer encuentro con el desmitificador kantiano (¿cómo?
¿un ornitorrinco? ¡no es posible!)
prosigue en stand-by. Abril de 2003. |